En México la SOMEDICYT existe oficialmente desde 1987, sucesora de la sociedad mexicana de periodismo científico comandada por Javier Vega Cisneros.
- Considerando que:
- Divulgar
- es la acción de propagar, publicar o extender al vulgo alguna cosa y
- Popularizar
- es hacer que algo se convierta del pueblo, como colectividad, y diferenciando ambas de
- vulgarizar
- que es hacer vulgar o poco refinado algo y que
- Vulgar
- esta contrapuesto a lo científico y técnico.
Atención: los 3 son verbos transitivos por lo que podrían significar lo contrario según el contexto.
La discusión debió empezar, tras descubrir que era necesario complementar los programas y planes de estudio oficiales con actividades extraescolares con la pregunta ¿quién debe hacer estas actividades complementarias educativas? Seguramente los científicos alzaron la mano con respecto a la ciencia, los humanistas con respecto a las humanidades, los artistas con respecto a las artes y así cada uno hasta dejar de lado a los responsables de los medios masivos de comunicación. Los argumentos principales es que no se quería que se deformara la información debido a que debía ser un complemento educativo. Cómo era de esperarse los periodistas con poca formación científica tergiversaban la información dada por los científicos a defensa de que el publico no los entendería. Es decir Vulgarizaban la ciencia.
Luego de varios años se termino por obviar la discusión sobre el término que nombraría la actividad de corregir la deficiencia educativa y se decreto un clásico argumento de que si se llegaba a preguntar la respuesta ideal sería, “no nos vamos a poner de acuerdo nunca”. Evitando mayores confrontaciones, incluso el averiguar el significado de las mismas palabras. Al grado que miembros de la sociedad mexicana de divulgadores como Jorge Flores e incluso Rocío Incera han declarado que no existe el divulgador de la ciencia.
Hoy en día son tan diversas las actividades de promoción científica (pro-científicas), que a mi parecer, la mayoría rayan la popularización de la ciencia, es decir se realizan en las grandes ciudades, dentro de las universidades, en órganos colegiados o auditorios académicos, en Internet, programas de radio, televisión, los periódicos y libros. Puedes comprar un VHS, DVD, o CD incluso casetes de ciencia. ¿Acaso no hay algo más POP que eso? Como si el vulgo tuviera televisión en cada habitación, junto a su computadora con banda ancha, el poder adquisitivo para todos esos medios audiovisuales o tan siquiera para comprar el periódico por gusto.
Supongamos, como sucede en la fayuca, que todos los discos de música de cualquier género tuviera el mismo precio, resultaría entonces lo mismo que sucede cuando tienen distintos precios. El mercado del vulgo vendería mas unidades (por ejemplo al menos 14 discos de oro de los Tigres del Norte contra unos cuantos de platino de Paulina Rubio). El punto es: somos más los miembros del vulgo deseosos de tener, que los miembros del populacho acostumbrados a tener; en otras palabras no es suficiente, aún que bien ayuda, hacer Popularización de la ciencia.
Años mas tarde, en la actualidad los científicos aspiran a llegar a ser unos “super-divulgadores de la ciencia” considerándolo un concurso de popularidad científica y aceptación social. Por ejemplo el caso de Julieta Fierro que ha disfrutado de su compensación como miembro del Sistema Nacional de Investigadores al hacer Popularización/divulgación. ¿Pero, qué es esto de la divulgación en ese nivel?.
Tal parecería que hacer “divulgación” de la ciencia es mas un fenómeno pop, es decir imagínense que la escuela de personalidad de Conchita López, ofreciera el curso de divulgación científica para científicos, que debería de diferenciarse totalmente del mismo curso pero en la modalidad para periodistas o para políticos. Entonces decía, en la escuela de personalidad, se ofrecerían entre otras, las materias:
- Cómo conversar con el tele-auditorio I, para cuando estas participando como científica en el más actual programa de comentarios sobre las olimpiadas.
- Cómo lucir como si fueras científico, aún cuando estés utilizando lentes de utilería,
- Y mejor aún las poses para salir bien en la foto, o sonreír a cada momento en vez de llorar por que el Interlocutor no esta entendiendo nada de lo que le dices.
El verdadero divulgador de la ciencia, no importando su origen científico o humanista, debería de estar mas consiente de la educación real de su público el vulgo, llegar dónde los medios no lo hacen, dónde no hay señales de televisión o radio, y evitar que la brecha del conocimiento entre los populares y el vulgo crezca, ya sin mencionar las diferencias con la clase científica.
En esta extraña mezcla aparecen distintos jugadores, desde personajes cuya formación desde el inicio fue dedicada a la divulgación de la ciencia hasta profesionistas frustrados en el área de las ciencias que tienen que hacerlas de periodistas científicos por que en ese momento eran los únicos que entendían del caso, por ejemplo en Puebla hace unos años (casi 15) un comentarista deportivo de la televisión, mientras conducía un programa de debates de media noche, salto a la fama por grabar un ovni en la azotea de su televisora, sorpresa el saber que tenia una carrera trunca en computación, que diablos esta pasando aquí, digo yo.
Por último considerando que fueran solo 3 funciones de los medios de comunicación, el entretener, informar y educar; a la divulgación científica le correspondería brindar una formación inicial en cuanto a conceptos de ciencia, además de los de lectura, escritura y desarrollo del pensamiento. Sin embargo apenas si le queda la camisa para entretener y poder comentar en sobremesa las maravillas de una mancha solar o la creación de un nuevo teléfono móvil IP. Y aún cuando el planeta entero es una exposición permanente de ciencia y tecnología, los museos son interactivos, las escuelas llegan al escritorio de los hogares y las oficinas, tal parece que esta vida nos hace menos concientes de la realidad, bastándonos con sentarse a ver la televisión todo el domingo, sin siquiera preguntarnos cómo le hacen para que una telefonista pueda hacer un cargo a una tarjeta de crédito al solicitar la final de fútbol en pago por evento para el sistema de televisión satelital contratado, o en el paupérrimo de los casos, siquiera pensar cómo es que nos llega la voz del comentarista a nuestro radio de baterías en el buró junto a nuestra silla dominguera.